sábado, 8 de octubre de 2011

LOS PRICKLINGS

Los Pricklings eran una familia normal, que vivía en la espectacular ciudad de Tibren, ellos eran cuatro: John, el padre, era retraído, poco cariñoso y bastante alto; Marisa, la madre, era justo lo contrario a su marido, aún así se llevaban genial y por último los dos mellizos, Marc y Roy, que siempre estaban paleándose e insultándose.

Para ellos todo cambió el día que se fueron de vacaciones en un crucero por el Caribe durante una semana.

Les fue bien hasta el segundo, en el que un barco muy raro y pequeño se acerco por la borda a su crucero. De él salieron diez hombres armados hasta los dientes, nadie sabía su propósito hasta que subieron al crucero y se apoderaron de él.

A todos los pasajeros los metieron en jaulas vigiladas por guardias día y noche. A los Pricklings los enceraron junto a otra familia.

Pasados unos días Marc se dio cuenta de que su salvación podría estar más cerca de lo imaginado y dijo:

-Escuchad, ahora que el guarda está dormido podemos intentar cogerle las llaves para escapar.

-Es imposible estúpido -le recriminó Roy- no ves que es imposible que lleguemos.

-Roy no seas grosero con tu hermano -exclamó Marisa- pero lo que dice Marc parece ser posible, mirad ese palo, es lo bastante largo como para coger las llaves, solo hay un inconveniente que solo vosotros podéis cogerlo.

Después de mucho tiempo para pensar y compenetrarse Marc y Roy pudieron acercar el palo para que su padre agárralo, que acto seguido cogió las llaves del guarda y salieron de la celda.

Lucharon contra el vigilante, lo amarraron y amordazarlo, después vino la gran pregunta qué hacer huir y dejar a los demás con peligro de ser atrapados de nuevo o salvar a los demás con riesgo a ser pillados por el siguiente que viniera a ocupar el lugar del guarda que ya había.

-Primero rescataremos a los demás y esperaremos al que venga a sustituir a este y poder cogerle las armas –dijo John.

-No, tenemos que escapar –contradijo Roy

Lo que dijo Roy cayó en saco roto e hicieron lo que el padre propuso.

Una vez cumplido el primer plan entre todos decidieron ir a por los ocho hombres restantes y luchar contra ellos ya que la ventaja numérica era enorme.

La batalla fue digna de ver, todos los hombres que eran pasajeros fueron a por los otros ocho. John estuvo estupendo mató a uno de los hombres él solo, pero debido a un despiste casi le alcanza un hachazo dirigido a su cabeza. Con mucho esfuerzo lograron recuperar el barco, aunque varios dieron la vida por ello.

Quedaban dos días de crucero que los disfrutaron a tope la gran mayoría, los demás dedicaron una misa a sus familiares muertos en combate.

Cuando llegaron a su casa en Tibren, Marc todavía pensando en lo ocurrido le dijo a su hermano:

-Ves Roy que no se puede ser egoísta, recuerda que la unión hace la fuerza.


Juan de Dios Amat Cintas