Me llamo Sadie, tengo 19 años y vivo en Fort Lauderdale. Mis padres son profesores de universidad, yo estudio en ella. Un día del pasado otoño paseaba por allí junto a mis amigas Hannah y Tanisha.
Mientras conversábamos sobre asuntos académicos, una chica se acercó a mí:
-¿Cómo te llamas?-mencionó repentinamente.
Yo no le contesté, era una muchacha un tanto rara, parecía estar sola porque tenía mal aspecto. Llevaba un jersey de lana deshecho y una falda muy larga que casi cubría sus grandes y pesadas botas. Sus ojos eran violetas y llorosos. Su pelo tenía un matiz rojo.
Dos días después, yo iba caminando por la facultad y vi sentada a la extraña joven. Observé que una lágrima atravesaba su cara y, movida por la curiosidad, me acerqué a ella:
-¿Cuál es tu nombre?¿Qué te ocurre?-cuestioné sonrojada.
-Me llamo Callie. Nadie quiere ser mi amiga -respondió sutilmente.
-Siento lo del otro día, ¿podrías perdonarme?-supliqué en voz baja.
Desde ese día Callie y yo somos muy buenas amigas. Aprendí que las apariencias engañan. Esta era una persona que no daba muy buena impresión; pero descubrí que, tras esa máscara, se hallaba una hermosa criatura.
Realizado por: Jimena de María Pérez Ceballos, n.16 3A