miércoles, 28 de abril de 2010

El día que mi sombra perdí

 

 

    Una mañana de domingo en primavera, al alba, me dispuse a pasar un día de competición y  deporte, así pues quedé con mi amiga y la reté a una carrera, hasta

ese día todos los intentos de victoria por mi parte terminaron en fracaso, pero tengo

que decir a mi favor que siempre me superé a mi mismo. El frescor de la mañana

me ponía la piel de gallina, pero el vergel del campo y el canturreo de los pajarillos

me animaban a comenzar, y allí estábamos, ella y yo, como siempre me encontraba

tan insignificante a su lado, pero ella aun siendo mucho mas grande no me importaba, siempre me gustaron los retos.

    Comienza la carrera, nada mas empezar me saca una gran ventaja, no desanimo

mi empeño y observo que tras un buen rato le he recortado algo la distancia,

esto promete me digo a mi mismo y trazo una estrategia, el ritmo es bueno para

mis intereses y me viene bien que esto se alargue en el tiempo, creo que hoy podré

aguantar, ha pasado ya bastante tiempo y casi estoy a la par, esto confirma mi

actuación y propósito, por fin la he alcanzado, a sido la primera vez, ahora no puedo

rendirme, jamás me lo perdonaría, ella muestra por fin signos de cansancio pues

me vuelvo para mirarle a la cara y observo como se va retrasando, me invade la preocupación y aminoro el ritmo me pregunto si me estaré excediendo, sería mejor

darlo por terminado, a fin de cuentas ella siempre estuvo con migo, pero no, hoy es mi

día y voy a concentrarme en la victoria, con ese pensamiento resurgen en mi las fuerzas

para poder continuar como el ave fénix resurge de sus cenizas. No se cuando pasó

pero perdí la noción del tiempo, mi cuerpo se comportó como una máquina y dejé

de sentir, creo que entré en eso que dicen "el cielo del corredor" fue maravilloso

me sentía eufórico y poderoso, pero me olvide de ella, cuando vine a darme cuenta

todo se me hizo oscuro, me encontraba solo, por mi ambición la perdí, no se en

que momento pasó pero el miedo se apoderó de mí, ya no podía ni mantenerme

en pie, el corazón me iba a estallar, quise retroceder para buscarla pero era

demasiado tarde, el destino me jugó una mala pasada y desde ese momento

muero por encontrarla.

     Si mañana en el campo de día la ves levántame para poder abrazarla.   

 

 

 

 

                                                                                Ignacio Benavides Ruiz

                                                                                              4ºC