Una mañana de domingo en primavera, al alba, me dispuse a pasar un día de competición y deporte, así pues quedé con mi amiga y la reté a una carrera, hasta ese día todos los intentos de victoria por mi parte terminaron en fracaso, pero tengo que decir a mi favor que siempre me superé a mi mismo. El frescor de la mañana me ponía la piel de gallina, pero el vergel del campo y el canturreo de los pajarillos me animaban a comenzar, y allí estábamos, ella y yo, como siempre me encontraba tan insignificante a su lado, pero ella aun siendo mucho mas grande no me importaba, siempre me gustaron los retos. Comienza la carrera, nada mas empezar me saca una gran ventaja, no desanimo mi empeño y observo que tras un buen rato le he recortado algo la distancia, esto promete me digo a mi mismo y trazo una estrategia, el ritmo es bueno para mis intereses y me viene bien que esto se alargue en el tiempo, creo que hoy podré aguantar, ha pasado ya bastante tiempo y casi estoy a la par, esto confirma mi actuación y propósito, por fin la he alcanzado, a sido la primera vez, ahora no puedo rendirme, jamás me lo perdonaría, ella muestra por fin signos de cansancio pues me vuelvo para mirarle a la cara y observo como se va retrasando, me invade la preocupación y aminoro el ritmo me pregunto si me estaré excediendo, sería mejor darlo por terminado, a fin de cuentas ella siempre estuvo con migo, pero no, hoy es mi día y voy a concentrarme en la victoria, con ese pensamiento resurgen en mi las fuerzas para poder continuar como el ave fénix resurge de sus cenizas. No se cuando pasó pero perdí la noción del tiempo, mi cuerpo se comportó como una máquina y dejé de sentir, creo que entré en eso que dicen "el cielo del corredor" fue maravilloso me sentía eufórico y poderoso, pero me olvide de ella, cuando vine a darme cuenta todo se me hizo oscuro, me encontraba solo, por mi ambición la perdí, no se en que momento pasó pero el miedo se apoderó de mí, ya no podía ni mantenerme en pie, el corazón me iba a estallar, quise retroceder para buscarla pero era demasiado tarde, el destino me jugó una mala pasada y desde ese momento muero por encontrarla. Si mañana en el campo de día la ves levántame para poder abrazarla. Ignacio Benavides Ruiz 4ºC |