martes, 27 de abril de 2010

El niño que ansiaba un yoyó

Una tarde triste, nublada, donde finalizado los deberes, Diego se encontraba aburrido en su casa. Desesperado ante su inactividad, buscó y rebuscó juguetes para divertirse.

Lo único interesante que pudo encontrar, fue un antiguo y deteriorado yoyó. Pese a su mal estado, el niño jugó con el yoyó para saciar su deseo de jugar. Aunque este, nada más de lanzarlo, se rompió la cuerda… y se fue el sueño de disfrutar con un juguete.

Ante el nerviosismo que genera no hacer nada, Diego se dirigió a Madre para pedirle un favor: que le comprará un yoyó nuevo y reluciente.

Con esta situación, Madre decidió no comprárselo, ya que el yoyó que quería Diego era muy caro y no podían permitírselo.

Como surge la luz de los faros del coche entre la niebla, Madre tuvo una gran idea, cada vez que Diego visitará a Abuelo, Madre daría a Diego un euro.

Abuelo estaba postrado en una cama por su terrible enfermedad. Hacía mucho tiempo que Abuelo no salía a la calle y estaba muy pálido.

Diego fue a visitarlo muy a menudo para conseguir su recompensa y acercarse al gozo de un niño, que no es otro que disfrutar con los juguetes. Pero descubrió que el estar con Abuelo era importante, ya que le producía la felicidad tanto a Abuelo como a Diego, que conseguir un simple juguete como un yoyó.

Cuándo por fin consiguió el ansiado juguete, quiso enseñárselo a Abuelo. Aunque descubrió que no estaba en su casa, sino en el hospital.

Una tarde triste y fría, en la que Diego se dirigió al hospital con Madre, murió Abuelo de forma repentina.

Diego maldijo no haber estado más tiempo con Abuelo. Comprendió que lo importante en la vida, no es tener, sino dar.

La vida brindó una lección a Diego: "Da felicidad a quienes te rodea y tendrás un tesoro en tus manos"

                                     FIN

 

                                                                       Juan Alberto Muñoz León