martes, 27 de abril de 2010

UN DÍA DE VERANO

Era un día caluroso de verano cuando nos conocimos. Ambos teníamos quince años. Yo acababa de mudarme a una pequeña casa cerca de la orilla del mar. Mis padres habían decidido que querían un cambio de aires y pasaríamos todo el verano allí.

 

Aquel día todavía estábamos acostumbrándonos a la nueva casa, y terminando de acomodar los diferentes muebles y objetos que faltaban por colocar. Estaba cansada y decidí dar una vuelta por la playa, por primera vez desde que llegamos.

 

Era un día caluroso de verano, pero a pesar de todo, una pequeña brisa recorría mi pelo, que aliviaba el intenso calor. Paseé por la calle pegada a la playa, admirando el paisaje que tenía ante mis ojos.

 

De pequeña estuve en esta playa, pero en aquella época no era capaz de apreciar de la misma manera todo lo que tenía ante mí. Iba admirando cada cosa que había a mi alrededor: la gente paseando, el sonido de las olas al romper contra la orilla, los niños jugando en la playa…

 

Entonces decidí acercarme más. Me encaminé hacia la orilla, mientras me quitaba los zapatos. Sentía la fina arena entre mis dedos. Al final, me senté a un metro del agua, donde el agua pudiese llegar hasta mis pies descalzos cada vez que la ola rompía contra la orilla. Estaba perdida en mis pensamientos cuando llegaste y te sentaste a mi lado. Te sentaste a mi lado sin decir nada, y te pusiste a mirar el inmenso océano que tenías ante ti. Después de unos minutos fue cuando en realidad nos vimos el uno al otro, dejando de lado los otros pensamientos. Fue así como nos conocimos, al lado del mar.

 

Desde ese día empezamos a vernos todas las tardes en aquella playa. Empezamos a conocernos de verdad, intercambiando las distintas experiencias por las que habíamos pasado en nuestras vidas.

 

Pasó el verano, empezaron las clases, y sin darnos cuenta pasaba el tiempo. Aun así, seguimos viéndonos todos los días en la que es, ahora, nuestra playa.

Desde aquel día de verano iba todas las tardes hasta que un día tú dejaste de venir. Pensé que estarías ocupado, y que al día siguiente vendrías, como todas las tardes, pero en realidad sabía que no sería así. Después de tantos años, no había ningún día en el que no nos hubiéramos visto, aunque sólo fueran unos minutos, hasta aquel día. Al día siguiente tampoco fuiste, y a pesar de todo yo seguí yendo a nuestra playa. Al cabo de una semana me enteré de que tu familia había decidido cambiar de casa, iros a la ciudad para que acabases allí tus estudios.

 

Pasaron los años, terminé el instituto, y acabé trabajando en la ciudad. Entonces, un día, decidí volver, dejar todo lo que había conseguido desde que te fuiste y volver a nuestra playa. Un inmenso atardecer la iluminaba. Corrí por la playa, recorriéndola con la mirada, y allí estabas tú. En nuestro lugar preferido, aquel día de verano.

 

Cristina García López Nº8 3ºB   23/04/2010