martes, 27 de abril de 2010

LA RUTINA TACHADA CON TINTA

Esa mañana la clara luz del sol era cálida y acariciaba suavemente las siluetas de los edificios que, con la llegada del día, se levantaban con la vaga intención de comenzar la jornada.

Pero Sara no lo veía así, tan solo era otra mañana de colegio terriblemente rutinaria, hasta que, por un momento, su mente quedó cautivada por el suave resplandor de un libro que yacía sobre su escritorio justo enfrente de la ventana. Se acercó temerosa e intrigada por la presencia de aquello que parecía ser una ilusión más que un libro común. Al abrirlo se sorprendió, el libro estaba completamente en blanco, sin usar; sin embargo sus hojas eran amarillentas y parecían desgastadas. Cuando fue la hora de ir al instituto guardó el enigmático libro en su mochila y lo llevó consigo toda la mañana. Justo en el momento en  que se libró de cualquier presencia molesta, investigó a fondo el libro; tras darle vueltas en todas las direcciones posibles no halló respuesta, ni título, ni firma, NADA.

Sara se dio por vencida, aburrida de su falso descubrimiento. Mientras pasaba distraída  las hojas lisas y sin personalidad de ese viejo y desagradable libro, vio un manchón fugaz en una de las hojas; rápidamente recuperó la hoja perdida y leyó la única frase del libro: ¿Cómo te encuentras?                                                                                                                                    A continuación sin que ella hiciese nada las hojas del libro comenzaron a pasarse solas, tan rápido que Sara apenas era capaz de seguir su desenfrenado movimiento, adelante y atrás una y otra vez. Cuando Sara creyó que el libro se había vuelto loco éste se frenó de repente, ahora había una frase diferente: ¿Quieres que te ayude?                                                                  La sorpresa ahogó el grito que luchaba por salir de la garganta de Sara; en cuanto pudo preguntó: ¡¿Qué eres?¡...                  El libro no respondió, Sara desesperada por no perder aquello que parecía un sueño escribió la misma pregunta con una letra casi ilegible, causada por los nervios que hacían de Sara una figura temblorosa. Finalmente una sola hoja se elevó con pereza dejando ver la ansiada respuesta: Soy un libro y estoy esperando a que alguien me cree, ¿Te gustaría crearme? Verás estoy aburrido y sospecho que tú también, hagamos un trato: yo romperé tu rutina y haré de tus largos días horas divertidas, a cambio tú me ayudarás a existir.                                                                                                                                       Estas  últimas palabras agradaron a Sara, quien se puso a escribir aquel libro que tanto deseaba ser escrito. Esa noche se fue a dormir más tarde y feliz que nunca. A la mañana siguiente Sara se levantó sabiendo que había algo que tenía que continuar pero le parecía tan lejano. A mitad de su búsqueda se tropezó con un viejo libro escrito a mano, intrigada comenzó a leerlo:     Esa mañana la clara luz del sol iluminaba el rostro sonriente de Sara, que esperaba entusiasmada el final de las clases, estaba deseando comprarse un libro. Hace poco y sin saber cómo, descubrió que era el mejor medio para librarse de la rutina.

                                 

                                                    Mª del Mar González Rives   Nº 10    3ºB   23/4/2010