martes, 27 de abril de 2010

Madrid, habitación número 13, ¿qué mejor lugar?

Habían pasado tantos años después de la última vez que la vi, haciendo un cálculo rápido, alrededor de diez veranos. ¿Habría cambiado? Y lo más importante; la pregunta que tantas veces me he hecho y que tanto me duele pensar: ¿Habría conocido a alguien especial?

Recuerdo como si de ayer se tratara, la última vez que la vi, aún con los ojos llenos de lágrimas estaba guapa, que digo, más guapa que nunca.

Fue subirse a ese tren y deshacerse en mil pedazos mi corazón. Bueno, basta, fuera de los recuerdos. Ahora toca ser fuerte e ir allí, pero, ¿por qué? ¿por qué se habrá acordado de mi?, ¿cuándo habrá vuelto? Cuando he leído su sms me ha entrado un escalofrío por todo el cuerpo solo de imaginar como será nuestro encuentro.

Miro el reloj, son las 19:00. ¡Que tarde es! Me ha dicho de quedar dentro de media hora. Puf, había perdido la noción del tiempo. Salgo rápido de casa y me dirijo a la puerta del hospital 12 de Octubre.

Corro, no me siento las piernas, solo siento los fuertes latidos de mi corazón. Ya he llegado pero… no la veo. Eh espera, esa cara me suena. ¡Es Cristina, su madre! La veo dirigirse hacia mí. Está pálida y tiene muchas ojeras.

-Hola Victor, cuánto tiempo. Te preguntarás qué hago yo aquí; pues bien, Carolina ha tenido un accidente y los médicos nos han dicho que es grave y que no recuerda nada de lo sucedido en sus últimos días. Lo asombroso es que al despertar ha comenzado a gritar tu nombre y me he visto en la necesidad de hacerme pasar por ella para que vinieras. Ahora por favor, entra.

Me he quedado atónito, aturdido, me siento mareado. Entro en la habitación número 13, tal y como me ha dicho el recepcionista, está oscuro, pero veo una sombra, su sombra. La miro, me mira, conocería esos ojos en cualquier parte. Es ella. Me siento a su lado, está intentando incorporarse, la ayuda con mucha delicadeza. Esboza una débil sonrisa pero tan dulce como siempre.

-Madrid, donde se cruzan los caminos; habitación número 13, ¿qué mejor lugar? Victor hay llamas que nunca se apagan, amores que nunca dejarán de existir, momentos imposibles de olvidar. Los médicos me han dicho que estoy mejorando, pero yo sé que no. Siento que mi corazón se apaga. Quiero que seas la última persona a la que vea.

-¡Carolina no!- Carolina cierra los ojos lentamente y se recuesta entre mis brazos. La toco, no se mueve, no respira, me ha dejado. Se ha ido, ella, la razón de mi existencia.

 

Carmen Mª García Baeza. Nº7 4ºA