martes, 27 de abril de 2010

LUNA CARMESÍ

Aquella noche estaba más oscuro que de costumbre. Las farolas iluminaban el camino en pequeños círculos, casi uniformes. No me acuerdo del motivo por el que estaba yo allí aquella noche, pero sí que tenía muchas ganas de volver a mi casa.

Al girar hacia la derecha, saliendo de aquella calle solitaria, me di cuenta de que la luna estaba llena y enorme, casi como si me estuviese vigilando. Mientras me encontraba embobado mirando la luna como si no tuviese nada que hacer, un ruido que provenía, seguramente de un contenedor, hizo que pegase uno de los mayores saltos que he dado en mi vida por un susto. Desvié la mirada un momento para mirar si era algún ladrón o un animal, pero, para mi sorpresa, era una chica de pelo plateado, de ropas un tanto góticas, que estaba dentro de un contenedor. No se cómo pudo acabar allí, pero en ese momento solo se me ocurrió ayudarla. Al salir del contenedor, la chica, sin apenas darme las gracias, dijo:

-No deberías estar aquí. Si te ve uno de 'ellos' estarás perdido.

Vale, no había comprendido nada. No sé a qué se refería con 'ellos' pero yo, viendo que no tenía otra opción, decidí hacerle caso. Cuando ya había desaparecido del callejón, aquella chica se acercó corriendo hacia mí, con aquellos tacones con los que se veía imposible andar y agarró fuerte mi brazo. No es que me molestase, al contrario, pero la cara de la chica sí que me preocupó. Estaba blanca y con una vocecilla distinta a la de hacía escasos momentos dijo:

-Corre. Ya están aquí.

Todo se quedó en silencio, pero de repente, se empezó a escuchar desde lejos como si algo estuviese destruyendo cada casa. Ese ruido se estaba acercando cada vez más, y yo, paralizado del susto, me quedé perplejo cuando vi que, efectivamente, debía de huir.

Cogí a la chica de la mano y salimos corriendo sin saber que había detrás de nosotros. No pude ni disfrutar de haberle cogido de la mano a una chica tan guapa cuando algo apareció delante nuestra. Sí, sin duda, eran hombres lobo. Nunca había estado más seguro en mi vida. La chica explicó:

-Hoy ha comenzado la guerra de los vampiros contra los hombres lobo. Todos los humanos deberían estar en su casa, pero veo que tú eres de los pocos que van a presenciar la guerra. Ten cuidado y no dejes que te vean.

Cuando estaba a punto de responder, la chica dio un gran salto y empezó a luchar contra aquellos seres con cara de lobo y corpulento cuerpo. Los vampiros atacaban con sus largas unas y sus colmillos, mientras que los lobos preferían morder a los vampiros y destrozarlos a base de golpes. En uno de los ataques, lanzaron un bloque de hormigón hacia mí. Conseguí esquivarlo, pero me rocé la mano, y empezó a chorrear demasiada sangre, más de la que me esperaba. En ese momento, la vampira se acercó a mí y con los ojos piadosos y de color dorado, dijo:

-No te voy a matar, pero si te va a doler un poco. Con esto se cortará la hemorragia.

La chica del cabello plateado acercó suavemente sus fríos labios a mi mano y con suavidad abrió la boca y clavó sus colmillos como agujas. Después de eso, la herida cicatrizó y con una dulce sonrisa se dirigió a la zona de combate. La lucha no termino hasta el amanecer. Después de eso, las casas volvieron a la normalidad y parecía como si nunca hubiese pasado nada. Pero desde aquello, siempre he recordado a aquella vampira, mirando mi mano con la cicatriz que todavía perdura en ella. Se puede afirmar que aquella noche la luna se había teñido por completo de un profundo rojo carmesí.


Alicia Moreno Martínez Nº 20, 3º B                                                          23/04/10